jueves, agosto 06, 2009

diario de cura - episodio 3 ( x Robert Smith)



Martes 17/3

Despierto forzosamente a la una, bebo varias tazas de café y volvemos al campo: hace calor y está horriblemente soleado, pero probamos sonido hasta la perfección durante otro par de horas y luego nos derretimos hacia el vestidor asignado a los "visitantes". Hago otro par de entrevistas y recibo la camiseta de la selección nacional de fútbol, un ramo de rosas rojas y el mensaje de un hombre que luce insanamente parecido a Tootsie... Y luego, el sonido de vidrios rotos... Al parecer, ha habido una confusión, nos dijeron que hubo reventa de entradas -19.000 entradas vendidas para un campo que soporta 17.000 personas- como lógica consecuencia, apareció un grupo de "punteros" tratando de llegar al área de juego por otros métodos: un disturbio a gran escala se sucede, con numerosos autos policiales tumbados, varios perros asesinados y un vendedor de panchos muerto de un paro cardíaco. Por alrededor de dos horas, tocamos en medio de una ensordecedora algarabía antes de apresurar la huída, gritando, subimos a un auto para escapar. Nos cuesta un rato largo para que se nos despeje la mente y terminamos tomando un temprano desayuno en el bar, antes de irnos adormir...

Miércoles 18/3

Levanto las cortinas al inevitable demasiado caluroso y horriblemente soleado día, la gente acampa fuera, me apresuro al cuarto de Simon para tomar algo de leche y chusmear. Vamos al estadio a las 3 y cuando empezamos una corta prueba de sonido, el sol golpea a 100 grados. Nos derretimos hacia un cuarto, para cambiarnos, entre entrevistas, escucho a Nick Drake y Billie Holiday. El ruido de arriba crece, inexorablemente, y nos miramos con nerviosismo unos a otros mientras nos dicen que esta noche descartemos otra "confusión" de tickets, que no habrá problemas... La masa de gente anticipa nuestra llegada al escenario y, a pesar de las barricadas ahora más altas y la policía extra (o, mejor dicho, a causa de las barricadas más altas y la policía extra) la batalla comienza...

Miércoles 18/3

En la mitad del set de canciones hay varios uniformados con fuego en su cuerpo, con la mayoría de sus camaradas refugiándose bajo el escenario de la incesante y despiadada lluvia de monedas, piedras, butacas y vasos. Desafortunadamente, no todos estos objetos son tirados con puntería y Porl (Thompson) es el primero de nosotros que es golpeado. Cuanto más sigue esta situación, más nos amargamos y cuando una botella de Coca me da justo en la cara durante "10 15'", paro de cantar y encaro a la multitud. Terminamos con una gloriosa versión punk-trash de "Arabs-a-go-go" y nos vamos. Afuera, el campo no tiene nada que envidiarle al centro de Beirut y estamos más que aliviados de haber podido alcanzar el refugio del hotel. Me voy a la cama hecho pedazos, los otros pasan la mayor parte del tiempo en el bar, mientras yo sueño con asesinatos...

diario de cura - episodio 2


A Buenos Aires se entra por retiro.
Después de kilómetros de vidas ajustadas al devenir multiplicador del progreso urbano.
El arte del anonimato se conquista cuando dejas de mirar con extrañeza.
Pero, entonces, tenía los ojos atiborrados de especimenes en trance, de asimetrías sociales, de técnicas para el consumo.
Así llegué a Caballito. A esas horas previas al show. La ansiedad tensando los gestos ante lo inaudito. Ahora siento que eso se repitió en cada uno de los innumerables recitales a los que fui, cargados de ese miedo que anticipa el éxtasis y la agonía.
Faltaban dos cuadras para llegar al vallado y el aire se movía densamente produciendo una marea de sonidos que olían a pólvora, sudor y drogas.
Cuerpos rotos. Danza rota.
Cuando atravesamos la última esquina la agitación crecía en los gritos con un lenguaje signado por el pánico y la ignorancia.
El hermano de mi amigo empezó correr. Lo seguimos sintiendo las culebras que reptaban al son de las sirenas y los golpes secos de las brigadas pro-disturbios.
Había palos y piedras. Gases y lágrimas.
Big Brother trepaba por una de las esquinas del estadio. Lo seguimos. ¿Dónde íbamos a quedarnos? Sólo se podía pensar en entrar. Ahí tocaba The Cure.
Subimos mordiendo con las zapatillas la pared hasta salir debajo de las gradas. Pasamos entre los tablones y vimos el paraíso en llamas. Frente al escenario de negro estoico, el campo era una corrida de fuleros toros. Hordas de punkis, darkis y heavis corriendo a los tipos de seguridad, vestidos de blanco delator. Los pateaban en el césped. También ví como le daban a un perro. Pero había que entrar. En cualquier minuto iba empezar el show.
Pisamos la gramilla y nos perdimos entre una masa oscura unida por la sensación de que estábamos en una epopeya surrealista. Un sueño encantador y atroz.