jueves, diciembre 25, 2008

tarde el 25


Hace mucho milito en una unidad de base APN (anti-papá-Noel) – que se extiende y detesta a todos los Papas del Vaticano.
Pero, si quieren, el ejemplo más claro de estar en sentimiento navideño está en que nunca he logrado vivir una navidad sin navidad. Esa antinomia, que sin dudas remite a un inconsciente infantil vapuleado por alguna crisis made in argentina -El Rodrigazo, apuesto-, ha marcado el devenir de cada fin de año.
- Por supuesto que el fin de año es otra cosa –me dirán los Panigazzi de turno desde su proverbial común sentido.
Ecco (¡perdón Uberto!). Aunque el calendario gregoriano sea parte de la dominación colonial, y sea tan inexacto en su aplicación, también adhiero a su festejo.
Y también sé, que ser anti navidades es un cliché exacerbado por la opresión anual de un gordo vestido de rojo conduciendo un carro tirado por renos.
Pero cuando tu hija te pregunta una y otra vez sobre esa magia que moviliza al mundo hasta la neurosis colectiva. Que sacude las ansiedades más reprimidas y las decora con un encantamiento burdo pero perversamente efectivo. Podés decirle que no existe. Y no te va a creer. Ni debería hacerlo. Entonces aparece la necesidad de contar la historia de algún héroe que en el frío de la Europa Helada salía a repartir regalos entre los pobres de la aldea. Un noble benefactor en épocas feudales (según la progre versión de su madre). A la que adherí, abrumado por el peso del mito cristiano. El niño Jesús es otra versión que abunda en la rama de mi familia materna. Pero logré neutralizarla a fuerza de una enjundia apóstata.
Pero Morena tuvo su alegría navideña, porque tuvo sus regalos y un plus que vaya a saber cómo y en qué parte de su disco vital de 3,5 gigas quedó registrado.
El tema es el ocaso del 25, ese declinar del espíritu y de las tripas. El exceso de emociones, y sus pseudos y simulados estados, que hacen mella en cada uno de los sobrevivientes al rito. Ese volver a encarrilar con el mundo que no admite lecturas de leyendas cristianas en la práctica cotidiana de la devastación del humano y su planeta.
Ahora está por caer el sol detrás de las sierras.
(¿Arde La Falda del otro lado?)
Ya junté los restos del agasajo. Ya corrí los muebles. No lavé los platos.
Eso le tenía que pedir a Papá Manuel (como dice Morena). Me lavarás los platos durante un mes.
Voy a ver la antinavidad de Tim Burton.
Voy a escuchar Nativity in Black, el homenaje a los Sabbath.
Y voy a releer otra vez el Asesino de Papá Noel de Spencer Holst.
Para terminar estas navidades. Antes que acaben con nosotros.

2 comentarios:

el winco verbal dijo...

si, Pablo es la mejor pelicula la de Tim Burton, gracias a que la descubri: Por fin me pude sacar la tristeza que me producia un Un Cuento de Navidad, de Charles Dickens. Parece una paradoja pero la de Burton hace que desaparezca esa veta oscura que marco Dickns a mi temprana edad.

Zero dijo...

ahora... te diste cuenta que papa noel es la venganza capitalista contra la imagen de marx? viejo, barbudo y rojo... que alaba a los nenes capitalistas regalandoles juguetes y odia a los subersivos a quienes les lleva carbon(obviamente recordandoles que nacieron gracias a la industrializacion inglesa).
Lo que hicieron fue mas o menos decir: miren, tomamos la imagen de su comunista y la transformamos en estampa para la cocacola(diosa entre diosas del capitalismo) y de paso ustedes no pueden usar esa imagen en una remera porque es confundible... porque hay remeras con la cara del che y no de marx? ahi esta la respuesta!