lunes, junio 09, 2008

el porno-beat



La pornografia me comió la cabeza. Mi vida sexual consistía en una serie de sesiones de videos con pésima calidad de imagen, bajados desde un servidor hackeado, con la imaginación fragmentada y pixelada. La pija caliente en la mano y la sonrisa embobada por el veneno del placer. Nervio y músculo. La guerra del deseo. Condenado por la histeria propagada en signos multimediáticos, en afiches callejeros, en tapas de revistas colgadas en kioscos, y en cientos de miles de modelitos reproducidos y ajustados a todas las mujeres cogibles que me rodean. Disfruto leyendo libros, escuchando discos o viendo televisión. Pero sólo puedo hacerlo dentro de una secuencia masturbatoria. Entre paja y paja.
Ante la pregunta de discoteque: - ¿Y vos a que te dedicas?
La respuesta me goteaba por la garganta pero no escupía un – ¡exploro la praxis onanista!
No, apenas esbozaba entre tímido y tórrido - Diseño páginas de internet.
Y por supuesto encontré mujeres dispuestas a demostrarme que sabían muchísimo de programación y diseño. Son las que menos demoré en dejarlas en la barra – Voy al baño – ocurría aproximadamente al tercer rechazo ante el intento de besarlas.
Es que yo necesitaba tener al menos un orgasmo antes de dormir.
Mi psicóloga después de dos años de sesión, cuando deslice mi necesidad de mantener un ritmo masturbatorio importante, interrogó:
– ¿Cuantas veces al día?
– Tres -mentí.
– ¿Y disfrutás más que con una mujer?
– Depende.
– ¿De qué? –creo que preguntó.
Ahora me lo repregunto - ¿Porqué?
Pero tengo los ojos cansados y quiero irme a la cama.

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